
- julio 5, 2022
¿Quién inventó el Pop Art? Y no, no es Andy Warhol
Descubre los secretos detrás del audaz y colorido movimiento arte pop, desde Warhol hasta Lichtenstein
¿Quién hubiera pensado que una lata de sopa de pollo Campbell’s formaría parte de la colección de uno de los museos de arte más famosos del mundo? Eso es exactamente lo que el artista pop Andy Warhol pretendía lograr al tomar imágenes cotidianas y de la cultura popular y llevarlas a las alturas de las bellas artes.
El pop art sigue siendo una de las corrientes del arte moderno más reconocibles de nuestro tiempo. Inspirado por la cultura comercial y popular, este movimiento recurrió a celebridades, historietas, películas y productos de la vida diaria para redefinir nuestro concepto de las bellas artes, así como iniciar lo que solo puede ser descrito como una auténtica revolución artística.
¿Pero sabes cómo empezó realmente?
Los fundadores del pop art
“Popular, transitorio, reemplazable, de bajo costo, producido en masa, joven, ingenioso, sexy, efectista, glamuroso y de las grandes empresas”. Así fue como el artista Richard Hamilton describió al pop art, dándonos la primera definición de este movimiento en 1957. Hamilton fue parte de un colectivo de artistas, escritores y críticos llamado Independent Group, el cual empezó a reunirse en el Instituto de Artes Contemporáneas de Londres en 1952.
Este grupo aprovechó estas reuniones para discutir y desafiar formas tradicionales de las bellas artes como el expresionismo abstracto, el cual consideraban pretencioso y elitista. También tenían como objetivo hacer que el arte fuera más incluyente con la cultura popular. En aquel entonces no lo sabían, pero acabarían estableciendo los cimientos de muchas de las ideas básicas detrás del pop art; a la postre, serían reconocidos como los precursores de este movimiento.
“Popular, transitorio, reemplazable, de bajo costo, producido en masa, joven, ingenioso, sexy, efectista, glamuroso y de las grandes empresas”, Richard Hamilton (1957).
Obsesión con las historietas
Roy Lichtenstein es quizás uno de los nombres más famosos del pop art, pero su inspiración provenía de una fuente poco usual: las tiras cómicas. Basta con echar un vistazo a piezas como Whaam! y Drowning Girl para identificar las técnicas que tomó prestadas del mundo de los cómics, incluyendo los puntos Ben-Day (una técnica de impresión comercial que le permite a los artistas crear tonos y sombreados), los globos de diálogo y los contornos de línea gruesa. Al “elevar” el arte popular de las historietas con su estilo, Lichtenstein retó a la industria del arte a reconsiderar su definición del arte en sí mismo, uno de los más grandes logros de este movimiento.
Repetición, repetición, repetición
Probablemente estés familiarizado con los múltiples rostros de Marilyn Monroe, recreados una y otra vez a través de las serigrafías de Andy Warhol. ¿Pero a qué se debió esa repetición? ¿Por qué no crear solo una pieza única y exclusiva como otros artistas? La respuesta puede estar en la cultura extremadamente consumista de su tiempo.
La época posterior a la Segunda Guerra Mundial trajo consigo un cambio radical en la manera de producir bienes de consumo: ahora, las cosas podían hacerse más rápido, más barato y de forma más eficiente. Después llegó el boom económico de los años 60, el cual produjo un notorio incremento en el consumismo y la producción en masa. Inspirado por las imágenes de la cultura popular y de los bienes de consumo cotidianos, Warhol comenzó a imprimir esas mismas imágenes repetidas veces. Al “producir en masa” su propia obra, Warhol celebraba y criticaba al mismo tiempo esta transición hacia una sociedad de consumo, además de que cuestionaba la importancia de la autenticidad y la originalidad que tanto valoraban los pintores del expresionismo abstracto que le precedieron.
El precio de la fama
Todos sabemos que las obras de los grandes nombres del mundo del arte pueden alcanzar precios altísimos en las casas de subastas, y Warhol no es la excepción. ¿Pero sabes cuál es su pieza más cara? Sorprendentemente, no se trata de Turquoise Marilyn (80 millones de dólares en 2007) o de 8 Elvises (100 millones de dólares en 2008), sino de Silver Car Crash, la cual muestra las terribles consecuencias de un accidente de tránsito. Esta obra alcanzó la impresionante cifra de 105.4 millones de dólares en una subasta de Sotheby’s, ¡y el comprador sigue siendo un misterio hasta el día de hoy!
